viernes, 23 de noviembre de 2012

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Fe y razón: armonía y camino


Puente del Golden Gate (1937), bahía de San Francisco
que toma ese nombre del estrecho del Bósforo (Constantinopla),
que une Europa con Asia


En su audiencia del miércoles, 21 de Noviembre, Benedicto XVI se ha centrado en la racionabilidad de la fe. Ha explicado que la fe es a la vez conocimiento y amor; que el “misterio” de Dios no es irracional; y que la armonía entre fe y razón, fe y ciencia, es el camino para llegar a la verdad sobre Dios y el hombre.


La fe es a la vez conocimiento y amor

     1. La fe es conocimiento y amor, como se comprueba al conocer las verdades de la fe (recogidas sobre todo en el Credo): “Estas verdades no son un simple mensaje sobre Dios, una información particular acerca de Él. Sino que expresan el acontecimiento del encuentro de Dios con los hombres, encuentro salvífico y liberador, que cumple con las aspiraciones más profundas del hombre, su anhelo de paz, de fraternidad, de amor”. Dicho brevemente, la fe permite conocer a Dios y saborear la vida en el mundo, y se expresa en la atención y el servicio a los demás.


      De esta fe que es a la vez conocimiento y amor habla el Catecismo de la Iglesia Católica cuando señala que del conocimiento amoroso de Cristo brota el deseo de evangelizar (cf. n. 429).

      En palabras de Benedicto XVI: “Es el conocimiento de Dios mediante la fe, que no es solo intelectual, sino vital; es el conocimiento de Dios-Amor, gracias a su mismo amor”. Y, señala el Papa, el amor de Dios –que acompaña a la fe– “nos hace ver, abre los ojos, permite conocer toda la realidad, más allá de las estrechas perspectivas del individualismo y del subjetivismo que desorientan las conciencias”. 


El "misterio" de Dios no es irracional


      2. Así se ve que el “misterio” de Dios no es irracional, sino que ilumina y vivifica la razón, respetando la dignidad y la libertad del hombre y liberándolo de encerrarse en sí mismo. De hecho, dice Benedicto XVI: “Desde el principio, la tradición católica ha rechazado el llamado fideísmo, que es la voluntad de creer en contra de la razón. Credo quia absurdum (creo porque es absurdo) no es una fórmula que interprete la fe católica. De hecho, Dios no es absurdo, en todo caso es misterio”.

       ¿Qué quiere decir misterio? Notemos que esa palabra no se usa aquí según el significado más ordinario: cosa que no se puede comprender o explicar. En la tradición cristiana y teológica el “misterio” es el ámbito de Dios, que tiene aspectos visibles y comprensibles, junto con otros transcendentes, invisibles y que superan la razón, pero no la contradicen. El centro del “misterio” cristiano es la encarnación del Hijo de Dios y su obra redentora. Si este acontecimiento se puede considerar como “milagro” es porque supera las posibilidades humanas y las leyes de la naturaleza, pero no porque vaya contra la razón. ¿Qué hay de irracional en un ser que es infinito amor y lo demuestra? Más aún: ¿acaso el amor verdadero no es la expresión más alta de la razón?


 La mirada de la razón, ciega ante el sol

     Pero volvamos a lo que dice el Papa: “El misterio [de Dios] no es irracional, sino sobreabundancia de sentido, de significado y de verdad”. Por eso, “si, observando el misterio, la razón ve oscuro, no es porque no haya luz en el misterio, sino más bien porque hay demasiada”. Un ejemplo gráfico: “Al igual que cuando los ojos del hombre se dirigen directamente al sol para mirarlo, solo ven la oscuridad; pero ¿quién diría que el sol no es brillante, aún más, fuente de luz?”.

    Se comprende así, observa, que “la fe permite ver el ‘sol’, Dios, porque es la acogida de su revelación en la historia y, por así decirlo, recibe realmente todo el brillo del misterio de Dios, reconociendo el gran milagro: Dios se ha acercado al hombre, se ha dado para que acceda a su conocimiento, condescendiendo al límite de su razón como creatura (cf. Conc. Vat. II, Const. Dogm. Dei Verbum, 13).”

     Continúa Benedicto XVI: no solo el misterio de Dios no es irracional sino que “Dios, con su gracia, ilumina la razón, abre nuevos horizontes, inconmensurables e infinitos”. “Por eso –considera el Papa– la fe es un fuerte incentivo para buscar siempre, para no detenerse nunca y para no evadir nunca el descubrimiento inagotable de la verdad y de la realidad”. Y también por eso “es falso el prejuicio de algunos pensadores modernos, según los cuales la razón humana estaría bloqueada por los dogmas de la fe”. Es todo lo contrario –advierte–, como los grandes maestros de la tradición católica han demostrado, entre ellos san Agustín (“comprender para creer y creer para comprender”), san Anselmo (“la fe busca entender”) y santo Tomás de Aquino (la fe es origen de nueva y fecunda vitalidad para la razón).


 Solo la fe puede conocer fácilmente, con absoluta certeza y sin error

     3. En consecuencia, “La fe católica es, pues, razonable y brinda confianza también a la razón humana”. Así lo confirmó el Concilio Vaticano I, (Const. Dogm. Dei Filius) asegurando que la razón es capaz de conocer con certeza la existencia de Dios por medio de la vía de la creación; mientras que solo la fe puede conocer “fácilmente, con absoluta certeza y sin error” (DS 3005) la verdad acerca de Dios, a la luz de la gracia.

     Y así Benedicto XVI llega al centro de su discurso: “En el irresistible deseo por la verdad, solo una relación armoniosa entre la fe y la razón es el camino que conduce a Dios y a la plenitud del ser”.

     Todo ello, indica el Papa, puede reconocerse ya en el Nuevo Testamento. Pablo dice que la cruz de Cristo es “escándalo para los judíos, locura para los gentiles” (1 Co 1, 23). Pero la cruz es razonable, y de hecho Pablo habla de “el logos [la palabra, el sentido o el mensaje] de la cruz” (Ibid, v. 18). Esto es: la cruz es expresión de algo que se ve como razonable a la luz de la fe. También San Pablo afirma que la razón puede comprender la divinidad y su poder a través de las obras divinas (cf. Rm 1, 20).Y San Pedro, en un clima de persecución, exhorta a los cristianos a “estar dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15).


La fe vivida realmente no está en conflicto con la ciencia

     Desde ahí se comprende también, apunta Benedicto XVI, cómo “la fe, vivida realmente, no está en conflicto con la ciencia”, pues le propone criterios para el bien de todos, pidiéndole que renuncie solo a aquello, que, por oponerse al plan originario de Dios, puede volverse contra el hombre mismo. “Si la ciencia es un aliado valioso de la fe para la comprensión del plan de Dios en el universo, la fe permite al progreso científico actuar siempre por el bien y la verdad del hombre, permaneciendo fiel a este mismo diseño”.

      Por eso, utilizando una expresión de sabor newmaniano, señala que el Evangelio inaugura un nuevo humanismo, una verdadera “gramática” del hombre y de la realidad. En cambio, sin Dios, de hecho, el hombre se pierde. Por tanto es razonable creer y en ello se juega nuestra existencia, pues solo Cristo satisface los anhelos de cada hombre.

    A la vez, como hemos visto, la razón ayuda a creer, y, por tanto a evitar el riesgo del fideísmo. En otras ocasiones (por ejemplo, en su videoconferencia para el “atrio de los gentiles” en Paris, 25-III-2011), el Papa ha mostrado que la razón puede ayudar a purificar la religión y evitar riesgos como el fanatismo.

     La fe y la razón se necesitan, enriquecen y purifican mutuamente en lo concreto de las vivencias, expresiones y conductas humanas.

     Juntas, constituyen algo así como un puente sobre la puerta de oro (Golden Gate), capaz de unir continentes y civilizaciones.



(publicado en www.cope.es, 23-XI-2012)

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