viernes, 7 de junio de 2013

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La Iglesia como familia de Dios



M. Chagall, La Sagrada Familia, 1976

El 29 de mayo el Papa Francisco anunció que iniciaba algunas catequesis sobre “el misterio de la Iglesia, un misterio que todos vivimos y del que formamos parte”. Y dijo que le gustaría hacerlo “con expresiones que están muy presentes en los textos del Concilio Vaticano II”. Ha comenzado tratando de “La Iglesia como familia de Dios”.

     Es una perspectiva que encuentra muchas raíces en la Sagradas Escrituras y en la Tradición cristiana (cf. R. Pellitero [dir], La Iglesia como familia de Dios, ed. Rialp, Madrid 2010). Tanto Juan Pablo II, a partir del primer Sínodo de los obispos sobre África– como Benedicto XVI, la favorecieron e impulsaron.


 El plan de Dios: hacer de todos una sola familia

     El Papa Francisco, comienza haciendo referencia a la parábola del hijo pródigo, o más bien del padre misericordioso (cf. Lc. 15,11-32). El relato de Jesús sobre aquel joven que se va de la casa de su padre exigiendo su herencia y, tras dilapidarla, vuelve avergonzado y se encuentra con el abrazo de su padre, que le devuelve su dignidad de hijo y celebra su llegada por todo lo alto. Es la descripción, afirma el Papa, de “el designio de Dios para la humanidad”.

     Y es que, explica Francisco, el plan de Dios para la humanidad “es hacer de todos nosotros sus hijos, una sola familia, en la que cada uno se sienta amado por Él, como en la parábola evangélica, que sienta el calor de ser familia de Dios”.

     Pues bien, continúa el Papa, “en este gran designio encuentra su origen la Iglesia, que no es una organización nacida por acuerdo de algunas personas, sino que --como nos lo ha recordado muchas veces el papa Benedicto XVI--, es obra de Dios, nace de este plan de amor que se desarrolla progresivamente en la historia. La Iglesia nace del deseo de Dios de llamar a todas las personas a la comunión con Él, a su amistad, incluso a participar como hijos de su misma vida divina”.

     Observa el Papa Francisco que la misma palabra "Iglesia", del griego ekklesia, significa "convocación". En línea con Benedicto XVI, el Papa argentino subraya el argumento con acentos característicos de su predicación: “Dios nos llama, nos impulsa a salir del individualismo, de la tendencia a encerrarse en sí mismos y nos llama a ser parte de su familia”.


Desde la creación hasta Pentecostés

    Esta llamada –añade– tiene su origen en la creación misma; pues Dios nos ha creado para una vida en una relación de profunda amistad con Él. E incluso cuando el pecado ha roto esta relación con Él, con los demás y con la creación, Dios no nos ha abandonado: toda la historia de la salvación es la historia de Dios que busca al hombre, le ofrece su amor, le acoge.

     La historia de la salvación se configura especialmente con la llamada de Abraham para ser el padre de una multitud, y luego con la elección del pueblo de Israel para forjar una alianza que abrace a todas las naciones. En ese marco histórico Dios ha enviado a su Hijo para que su designio de amor y de salvación se realice en una nueva y eterna alianza con la entera humanidad.

    En palabras del Papa Francisco, “cuando leemos los Evangelios, vemos que Jesús reúne a su alrededor una pequeña comunidad que acoge su palabra, lo sigue, comparte su camino, se convierte en su familia, y con esta comunidad Él prepara y edifica su Iglesia”.

    Ya los Padres de la Iglesia afirmaban, en los primeros siglos del cristianismo, que la Iglesia nace del amor de Jesús en la Cruz. De su costado traspasado fluyen sangre y agua, que son a la vez símbolo de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. “En la familia de Dios –señala Francisco–, en la Iglesia, la savia vital es el amor de Dios que se concreta en amarlo a Él y a los demás, a todos, sin distinción ni medida. La Iglesia es una familia en la que se ama y se es amado”.

     La Iglesia se manifiesta públicamente en Pentecostés, cuando el don del Espíritu Santo llena el corazón de los apóstoles y les impulsa a salir y a empezar el camino para anunciar el evangelio, a difundir el amor de Dios. Todos los cristianos estamos llamados a edificar la Iglesia como familia de Dios.


 La Iglesia es la familia de los hijos de Dios en Cristo

    Sin embargo, observa en Papa, hoy en día, hay quien dice: "Cristo sí, Iglesia no". Como los que dicen "yo creo en Dios pero no en los curas". Pero –sostiene el Papa– “es precisamente la Iglesia la que nos lleva a Cristo y nos lleva a Dios; la Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios. Por supuesto que también tiene aspectos humanos; en los que la componen, pastores y fieles, hay defectos, imperfecciones, pecados. Incluso el papa los tiene y tiene muchos, pero lo hermoso está en que cuando nos damos cuenta de que somos pecadores, nos encontramos con la misericordia de Dios, que siempre perdona. No se olviden: Dios siempre perdona y nos recibe en su amor, que es perdón y misericordia. No lo olvidéis: Dios siempre perdona y nos recibe con su amor de perdón y misericordia”. Y añade: “Algunos dicen que el pecado es una ofensa a Dios, pero también una oportunidad para la humillación, para darse cuenta de que hay algo más bello: la misericordia de Dios. Pensemos en esto”.

    Y plantea algunas preguntas importantes para nuestra vida cristiana: “¿Cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde todos se sientan acogidos y comprendidos, que sientan la misericordia y el amor de Dios que renueva la vida?

    En este año de la fe, el Papa Francisco subraya algo decisivo, que debe ser un redescubrimiento tanto para la formación de los cristianos como para la teología misma: “La fe es un don y un acto que nos toca personalmente, pero Dios nos llama a vivir nuestra fe juntos, como una familia, como Iglesia”. Y así, concluye, toda comunidad cristiana –comenzando por las familias cristianas mismas– está llamada a ser una verdadera familia que viva y ofrezca el calor y la luz de Dios a las gentes.


(publicado en www.religionconfidencial.com, 5-VI-2013)

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